noviembre 23, 2008

Trampa sagrada



Mentiras. Mentira.
El habla seca del poeta triste.
Su joven ejercicio de la palabra.
El viento que insiste en seguir silbando
aromas de sopores impronunciables.

Tibio estanque.
Suculentas prohibidas.
Insulsos amores tendió noviembre
sobre las playas de mi vida.

Mentiras.
Mentira.
Violenta y una sola.
La de mi antifaz y tu fantasma.
Mentira.
Bastó una.

noviembre 13, 2008

Asalto a entrepierna armada en cuatro movimientos.



Primer movimiento: Rage against the machine.
(Andante acceleratto)

Estación de metrobús de Hamburgo. Hora pico. Comienza la danza. A la entrada y ante la necesidad de adquirir una tarjeta para abordar este transporte por primera vez, una aberración de la tecnología automática me arrebataba eficazmente un billete de cien pesitos para cubrir mi saldo de ocho. Luego de un minuto de espera inútil, el caballero a la cabeza la fila que estoy haciendo crecer detrás mío resulta no serlo tanto cuando me explica, ya bastante impaciente, que aquel bendito invento del hombre blanco no da cambio.
"Estos gueyes del gobierno y sus mentes brillantes", pienso.

Segundo movimiento: Cachete con cachete, pechito con pechito/ Reich aguénst de machín.
(Prestissimo coglione)

Recién daba marcha mi trayecto iniciático en un muuuuy saturado vehículo, una aberración de la raza humana me arrimaba descaradamente su herramienta de trabajo sucio por detrás (para incomodarme y distraer mi atención) mientras otro error de la naturaleza me bolseaba por delante. Alcanzo a ver sus manos salir de mi bolsa en el último nanosegundo del atraco cuando dos ojos -firmes pero vacíos, como los del ganado vacuno recién aniquilado- me imponen la resignación. Su compinche confirma la amenaza sometiéndome con su cuerpo contra el del primero.
"Estos entes del pueblo y sus actos mediocres", pienso.

Tercer movimiento: Wake me up when november ends
(Arabbiatto sostenuto)

Luego de que el vagón rebosante me escupiera en la siguiente estación para corroborar el robo de mi celular y cartera, comienza el luto por las verdaderas pérdidas: la de la foto de mi sobrino, aquella carta de amor que alguien dejó una vez sobre mi parabrisas y el placer que me causaba el color verde tornasol de mi cartera; la del tiempo que deberé desperdiciar en el teléfono para cancelar mis tarjetas, en fila para tramitar todas mis identificaciones y en traslados para recogerlas cuando estén listas; la de mi cédula del RFC enmicada y con mis datos de facturación escritos al reverso, todo el dinero que no traía, los números telefónicos que recaudé pacientemente a lo largo de siete años y el papelito donde se leía el presagio más hermoso que salió jamás de una galleta de la suerte. Sobre todo, y hablando muy en serio, me dolió perder los mensajes de texto que había decidido conservar en mi celular en mi afán de atesorar cualquier referente tangible de los imaginarios efímeros que no van a volver.
"Estos seres del mundo y nuestros apegos inútiles", pienso.

Cuarto movimiento: So don't worry, about a thing...
(Adagio ad libitum)

... cause every little thing, is gonna be alright.

noviembre 03, 2008

Un par de certezas


Del libro marrón. Agosto 1, 2008.

La adultez me llega tarde y, con ella, la vida me entrega un par de certezas que -con un poco de tacto- bien podría habérmelas reservado para después:
  • Que todas las pasiones (sobre todo las que suscitan entre sí las personas) son transitorias
  • Que estamos condenados a la continua mutación de nuestra caligrafía, no importa cuánto apego hayamos llegado a sentir por ella
  • Que para cuando la mente empieza a volverse madura el cuerpo ya lo está demasiado
  • Que todos los personajes de nuestro sueño cambiarán de máscara
  • Que la misma Eileen es sólo un personaje que interpreto todos los días por no variar... aún sabiendo que podría
  • Que no hay peor lucha que la que no se hace
  • Que no hay peor hecho que el que no es lucha
  • Que, eventualmente, el loco que hemos confinado a nuestros adentros terminará por arrancarse la camisa de fuerza
Que la llegada de la adultez es, vez con vez, tan sólo un vulgar simulacro.

octubre 21, 2008

The Bedroom



"Innocent imitation
of how it would be
if when the music ended,
you did not retreat"
- Parallel Lines, Kings of Convenience.

No tengo tiempo para detenerme a pensar cómo sucedió, pero sucede que aquí estamos.

Llevo un rato sentada en tu cama, como ayer pero distinto. En un universo donde el espectáculo es tu abrazo se siente como estar en primera fila. No, todavía mejor: es algo así como ser dueño de un palco. Sonrío.

No puedo acordarme sobre qué hablábamos antes (antes de "esto"), siempre fue menos importante que disfrutar el mero hecho de compartir un momento contigo... pero ahora, en pleno ejercicio fallido de la memoria me interrumpe la necesidad de deliberar si se trata o no de un sueño.

Te levantas para traer el té y a la vista de tu espalda me olvido de mis estupideces oníricas y me asalta la urgencia de hundir mis dedos en tu pelo; despacio, haciendo surcos que suban desde tu cuello hasta sostener tu nuca en el hueco de mi mano. A veces me arrojo a mis fulgores demasiado tarde. ¿Cómo hago para contener el esplendor de este instante inverosímil antes de que termine de escurrírseme entre los dedos?

Saco la Moleskin. Cualquier título sirve para inaugurar el recipiente.

The Bedroom

En un envase de palabras debo reunir los pedazos, anudar la confirmación de la vigilia con las instantáneas que hoy me lleve y revelarlo todo junto sobre el papel más tarde, cuando ya estés lejos. No sé de qué platicábamos antes de haber empezado a soñar(nos) pero en mi prisa casi me permito desear que hubiéramos hablado menos de nada y más de todo lo que me gustaría saber de ti y hoy deberé inferir de este espacio que aún habitas.

Rojo + negro. Contrastes increíbles…

Todavía no vuelves de la cocina pero ya te miro, te estoy mirando a través de tu habitación, sabia alianza de orden y espontaneidad. Ya comienzan los objetos a silbar tus colores desde todos lados.

… y si no lo escribo se me olvida.

Ese tubo que repta sobre el muro rojo estaba muerto antes de que lo pintaras de negro. Ah, así que ahí colgaste la campana que me describías, esa que canta un tono agudo y largo cuando la besa el viento. Colocaste sobre la pared imágenes de animales como quien colecciona nostalgias infantiles... Es por detalles como estos que me gustas tanto. Quiero aprender a encontrarte en ellos porque tú ya vas de salida y yo a penas voy llegando.

Vuelves con tu paz, la jarra humeante y sendos recipientes diminutos. A tu silencio y sin mirarte respondo “perdón, es que si no lo escribo se me olvida”. Tú vuelves a no decir nada; sé que estás ocupado estudiando mi boca con tus ojos amarillos. “Quisiera llevármelos y que me lleven”, pienso.

Una sobreabundancia de energías libres y, sin embargo, dominadas.

Estás sirviendo el té. Levanto la mirada.
Me sonríes. Me inundas.
Te devuelvo la sonrisa y se suavizan las líneas de tu rostro.

Te sientas en la cama y bebemos. No dejo de mirar de tu cuarto todos los detalles. Cada imagen invoca una nueva pregunta. Pienso en el texto que voy a escribir luego (el texto que escribo ahora), en que habré de deducir de cada frase sin sentido todo lo que sí sentía y no tuve tiempo de registrar en tres minutos. Nos acostamos bocarriba y dices: “Ya viste? Estás vestida de negro con rojo. Es como la contraparte de mi pared, roja con negro”.

Él no lo sabe, pero lo intuye.

Me incorporo y retomo la escritura para poder seguir viéndote de reojo, garabateando cualquier cosa con tal de no romper este idilio que mantengo con tu curiosidad. No sé si juegas también pero en lugar de interrumpirme te levantas de la cama, tomas la pipa del buró y sales al balcón sin decir una palabra.

Vacía despreocupado la ceniza que quedó en la pipa.

Miro tu nuca y pienso en no olvidarme de escribir que, mientras miraba la curva de tu nuca, también pensaba en no olvidarme de escribir que miraba la curva de tu nuca. Estudio tus libros con recelo. Los envidio por cada caricia que tus dedos regalaron a sus páginas, porque saben cómo se llama ese color que guardan tus ojos (sé que tiene un nombre pero no lo recuerdo), por tener asientos de primera fila....

Y así, en la observación, por fin lo comprendo: soy una extraña en el paisaje de tus lugares más íntimos. Sólo un espectador de tu espectáculo.

Tomo notas mentales del gesto de tu hombro derecho cuando golpeas la pipa de madera contra la maceta, y el tacto de tu pelo... ¿Cómo conservo el tacto de tu pelo?

Se me acaba el tiempo...

A ojos cerrados imprimo en mi memoria el aroma del té que habla de arroz con mi nariz, guardo la imagen de su vapor que se confunde con el calor que se siente aquí adentro y el gusto del sake que a varias semanas, y a diferencia de otras cosas, consigo restaurar casi íntegro sobre mi lengua.

Te das media vuelta. Aún sin que te mire me pones nerviosa.

Me mira de reojo, sonríe.
Sonrío.

Ya no sé qué escribir para robarle otro segundo a este momento sagrado que se extingue, como las hojas dentro de la pipa en un aliento compartido.

Fuma.

Te quedas de pie frente a mí. Desde mi palco decido no buscar tus ojos, sólo tomo la pipa,

Fumo.

pero tú buscas mi boca. No te importa que yo esté escribiendo, seguro vas a besarme...

Me besa.

Me estás besando.
En el beso intercambiamos algo más, efímero y etéreo. "Quisiera llevármelo y que te lo lleves", pienso. No quiero despertar pero ya el telón cae sobre nosotros. A veces mis fulgores se extinguen demasiado pronto.

Me besa.
Dejo caer la pluma sobre la libreta.

octubre 09, 2008

Ineludible



"It might not be the right time
  I might not be the right one
  but there's something about us I want to say
  cause there's something between us anyway

  I might not be the right one
  it might not be the right time
  but there's something about us I've got to do
  some kind of secret I will share with you"

septiembre 29, 2008

Trapos al sol


Años atrás me habría sonrojado al reconocer que soy intrusiva (curiosilla, digamos) pero con tanta nueva desviación poniéndose de moda hoy no me causa mayor conflicto admitir públicamente mi pasión por el morbo.

Muy temprano, creo que en prepri (desde niña empecé a esquivar la imposición del “bien” sobre el “mal” que tanto daño le ha hecho al mundo), inauguré mi carrera de morbosa cuando alcé mi falda de manera intermitente ante los ojos perplejos de mis compañeros cincoañeros para que dejaran de adivinar -de una vez por todas, carajo- de qué color eran mis calzones.

Fue un acto por demás espontáneo: primero porque no todos los días surgen oportunidades de calidad para sacar a orear al exhibicionista que vive dentro de uno, y después porque tampoco pude aguantarme las ganas de incitar los pudores recién estrenados de mis coetáneos. Los inocentes no sabían qué hacer con tanto desembarazo y se debatían entre agarrarse los cachetes invadidos de sangre, correr a decirle a la miss o taparse los ojos con los dedos estratégicamente separados en un gesto innegable del morbo infantil. Así me descubrí embonando en una subcategoría un poco menos cívica: Peor que una morbosa ordinaria, yo soy morbosa del morbo ajeno.

El misterio de mis prendas íntimas (y, por lo tanto, el disfrute de la experiencia iniciática) fue breve. Al correr de pocos días el experimento ya había arrojado dos hipótesis: que todos mis calzones eran blancos o -peor- que todos los días me ponía los mismos calzones. La urgente necesidad de encontrar un ritual sustituto se apoderó de mí como alma sin cuerpo… misma que con el tiempo fue desechando frustraciones y entendiendo de latencias.

Los tendederos sólo empezaron a llamar mi atención casi una década después, cuando para asombro de todos Doña Teté mandó poner una celosía sobre el techo de su casa, a la entrada de la colonia. Después de todos esos años de intemperie no podía acabar de entender cuál sería su urgencia, su repentina necesidad de una pared de ladrillos huecos que disimularan las hilerotas de ropa húmeda que coronaban su casita de un piso desde que empecé a acumular recuerdos.

¿Para qué sirve, si al reconocerse incómoda sobre la necesaria exposición de la lavandería recíen hecha no hacia más que renunciar a la anonimidad platónica que gozaba la fila de chicheros desvarillados que hacían graciosas volandas desde su azotea todos los miércoles? ¿Para qué, si ese muro que no es muro consigue lo mismo que una blusa con escote (en lugar de tapar, invita a asomarse)? ¿Para qué, si –en todo caso- poner una celosía salía más caro que pagar el enganche y la mitad de las mensualidades de una secadora de ropa del Elektra?

Luego de darle varias vueltas al asunto, mi reinaugurado sentido del morbo reveló la única respuesta lógica: todavía existen valientes, fundamentalistas irreductibles que se resisten a perder su derecho al exhibicionismo en manos de Mabe, Whirpool y otras tecnologías del secado pudoroso.

Me gustan los tendederos porque cada prenda limpia grita al viento la autobiografía no autorizada del ser humano que con ella se vistió; porque la ropa sucia se lava en casa pero no se ha inventado un detergente que elimine de los textiles expuestos (cansados de tanta reincidencia y doblés) las primeras y reveladoras transparencias. Porque las faldas, fondos y camisas de todas las tallas que ponemos a ondear ante el implacable escrutinio del ojo ajeno nos desvisten de las pretensiones que pretendemos a través del acto del vestido, revelando con cada mancha indeleble la memoria de nuestros vicios y costumbres recurrentes, de otra manera, privados.

La siguiente es una oda visual a aquellos audaces revolucionarios de la lavandería que siguen ejerciendo el acto libre y voluntario de convertir su línea de trapos húmedos en camaleónico estandarte... si bien sólo para reconciliarse con este mundo de morbosos recíprocos en donde, a pesar de nuestro empeño por sentirnos diferentes, acabamos convergiendo en nuestros hábitos más percudidos.

Al final, todos andamos enseñando los calzones.


“María perdió su virginidad entre las sábanas.
Nunca volvió a encontrarla.”
-Barcelona, España.


“Campioni del mondooooooo!”
-Nápoles, Italia.


“Tal vez acabando de pagar la boda de nuestra quinta hija nos alcance para la tele”
- Dubrovnik, Croacia.


“Nino tiene ‘pesadillas’ cuando duerme.
Su Mamá, cuando Nino se levanta.”
-Venecia, Italia.


“Madre soltera busca trabajo de medio tiempo
para poder comprar pañales desechables”
- Rijeka, Croacia.



Sunset Dryclean
-Torrelodones, España.



“La solterona del segundo no ha perdido las esperanzas”.
-Guanajuato, México.



“A la esposa del regente le huelen los pies”.
-Vrsar, Croacia.



Indicazioni: Lavare. Appendere. Vestire. Vivere.
Sporcare.
Ricominciare.
-Venecia, Italia.


Fotografía: Carmine Savarese y Eileen Morán

septiembre 23, 2008

Kissing the frog


Últimamente me descubro descubriéndome como soy

Oyendo detrás de mis orejas
Haciendo la paz con mis ojeras
Mirándome donde no me miras
para ver de qué lado se quiebra el espejo

Adjudico el origen de este fulminante asalto de franqueza
a mis sesiones con Vivian
a las batallas libradas durante el sueño y sobre todo
(siendo desvergonzadamente francos)
a la inminencia de los treinta
que viene trotando detrás mío con el ineludible inventario
de todas mis cumbres no escaladas.

Una parte hermosísima de estar descubriéndome como soy
-y no como creía que debía ser para gustarme-
es que a la mujer de hoy la lista de objetivos no alcanzados de ayer
le importan un pimiento cuando la coteja con su lista de objetivos
por (no) alcanzar mañana.

Tengo grandes planes para mi futuro.
Dejar de pensar que puedo planearlo es el más importante de todos.

Sólo a partir de días recientes disfruto, incluso
el gesto extrañado de algún palero
que nunca creyó que en mi rostro
prematuramente ajado por cada gesto
habría espacio para la indiferencia
Que pasaría toda mi vida riéndome de sus chistes malos
y asintiendo con la cabeza
con la naturalidad de un perrito de tablero de taxista
tal como nos hemos acostumbrado nada más por no caer mal…
que no es lo mismo que caer bien, pero nos basta
porque es más fácil que darnos la oportunidad de pensar menos
y desembocar más en uno mismo.

Recientemente, me invade una insoportable nece(si)dad de crudeza

De bajarme de los tacones
De subir todos mis telones
De arrancarme las lentejuelas
para ver si mi propia luz alcanza para solventar algún destello

En la normalidad jamás me lo preguntaba
porque, no sé, pensaba que uno es como es y ya
Hoy encuentro que mi manera de ser “yo” no me hacía ser más yo
sólo más aquello que alguna vez creí que había que ser para gustarme
y la mentira se posicionó como verdad demasiado pronto.

Muy lejos de querer sorprender a nadie con mis (pre)textos
pero sí muy cerca de querer sorprenderme a mí misma
me permito dejar de poner tanta atención en la apariencia
de lo que puedan escupir mis manos sobre el teclado
con un par de certezas sustentando mi osadía…

Como saber que si mis versos no hacen rima
la gente que me quiere no va a quererme menos
(si acaso, lo único que querrán menos será leerme)
Que si besas a la princesa y te encuentras a la rana
mis verdaderos atributos permanecerán intactos
(si acaso, en el peor escenario, los estaré descubriendo)
Que, en realidad, a nadie se le ha caído la cara de vergüenza
y que no seré yo la primera porque
(siendo absolutamente honestos)
uno nunca es el primero en nada
a menos que te llames Newton
y debas explicarle al mundo cómo funciona el mundo
con manzanas.

Últimamente me descubro queriéndome como soy

Recogijándome en el morbo de tu desasosiego
cuando te sostengo la mirada
Corriendo el riesgo de no decir lo que esperas que diga
sino lo que siento
Enterándote de que me gustas
aunque ya lo hayas dicho tú primero
Y confíandole mis juicios sólo a las yemas de mis dedos
con la esperanza de descubrir, anexo a cada silencio
al menos un breve atisbo
de mi verdadera persona

La que llora en el cine,
cuando ve leones cazando en National Geographic
y cada vez que se despide de sus sobrinos.


septiembre 15, 2008

Panzarriba



Hoy debí haber hecho algo muy bien porque me dieron un extraordinario hueso de asado. Más bien, me dieron un hueso de asado de manera extraordinaria, porque casi siempre como lo mismo. Me encontraba panzarriba gozando los favores del sol, como todos los días, cuando -así de repente, nomás porque sí- llegó la más bajita de las tres y puso sobre la loza y a mi disposición un suculento pedazo de alegría. No me equivoqué cuando asumí que si estaba en mi camino claramente era para mí. Lo mejor de todo es que no necesito conocer el por qué detrás de ese hueso de asado; fue delicioso y fui muy feliz.

Unos minutos después del hueso, mientras todavía lamía de mis bigotes los últimos restos de grasa y digería placidamente sobre la cama junto con ellas, debí haber hecho algo muy mal porque la que me invitó a subir a la cama arrugó el entrecejo y, casi en seguida, las otras dos me voltearon a ver y se taparon la nariz. La más bajita de las tres comenzó a abanicarme con una almohada -con todo y que no hacía calor- y la que nunca está en la casa agitó sus brazos de arriba a abajo como espantando moscas -a mí me gusta cazarlas a la Miyagui San pero con el hocico-... sólo que en el cuarto no habían moscas. Entonces, ante mi descuido, entre aspavientos y empujones -así de repente, nomás porque sí- me sacaron del cuarto y me aventaron de nuevo al patio de enfrente.

A veces, sólo por un momento, siento pena por los humanos.

Su percepción tan limitada del mundo no los deja entender la sencillez de las cosas.
Su sistema de navegación está tan poco evolucionado que todavía depende del desarrollo del intelecto.
Su apego a lo que conocen y persiguen (es decir, a "lo que está bien") y su rechazo a lo que no conocen y evitan (es decir, a "lo que está mal") es el único método que tienen para dar sentido a sus experiencias (es decir, a sus vidas).
Incluso aprendieron a hablar porque no pudieron seguir soportando una existencia libre de juicios explícitos -ahora a eso lo llaman personalidad- y porque no se permiten la neutralidad y el silencio que hacen falta para vivir el aquí y ahora.

Tienen el instinto todo empolvado; están domesticadas, las pobres. Pero yo las perdono; no saben lo que hacen.

Qué extraños son los humanos.
Qué bien se siente la caricia del sol sobre mi espalda.

septiembre 08, 2008

Hide & Seek


Beyond watching eyes
with sweet and tender kisses
our souls reached out to each other
in breathless wonder

And when I awoke
from a vast and smiling peace
I found you bathed in morning light
quietly studying...
all the messages on my phone. 

- Banksy

agosto 31, 2008

Salidas de emergencia




Suena la alarma. Hoy hace más calor que ayer, como siempre.
¿Por qué sera qué a veces amanece tan oscuro?

Desde el primer y ciego instante de lucidez ya escucho que arrecha el viento y las palmeras silban, se desgajan. Todas las nubes de Miami Dade County se hacen agua sobre esta humilde mañana que se cae a pedazos sobre el techo de la vivienda donde me hospeda mi hermana cual si Dios estuviera haciendo buches con el cielo de manera repetitiva y con mucha razón, porque a penas son las siete y a estas deshoras cualquiera tiene mal aliento, sobre todo yo que tuve la mala idea de poner el despertador para levantarme a correr olvidando que mi “yo etéreo” siempre aprovecha mi regreso preprogramado a la conciencia para salir de apuros en el punto crítico de la pesadilla recurrente que traigo de moda, y en la cual soy un adolescente norteamericano y la policía viene a arrestarme y a sacar el cuerpo parcialmente mutilado que tengo escondido bajo la duela.

Ya son las siete de la mañana. Aunque no pueda salir a correr -porque está lloviendo- la alarma del despertador se convierte en mi mejor amiga, en la llave maestra que, siempre oportunamente, abre una salida de emergencia para cada una de mis existencias paralelas como la de anoche, en la cual todavía fumo y me como las uñas y llevo una eternidad sudando frío y escuchando los puños de los agentes que se estrellan en la puerta y arrepintiéndome por un crimen del que recién me descubro inocente, o eso me parece ahora que estoy parada bajo el marco de la puerta entreabierta de mi salida de emergencia… y desde esta frontera -ahora que me detengo a analizarme- más que del asesinato me arrepiento de haber escondido el cadáver bajo la duela de madera habiendo maneras más eficientes de deshacerse de él, como dejarlo a merced de los cocodrilos pantaneros -que aquí abundan - o ir mezclando paulatinamente los pedazos con la comida de los perros, pero es una lástima que en mi vida de adolescente homicida no tenga mascotas; me estoy dejando distraer por el llanto agudo de los galgos italianos de Michelle y Rodrigo, que luego de un mes ya se malacostumbraron al ejercicio de las mañanas y deben haber escuchado mi alarma porque, en medio de los buches, sus diminutas y pulcramente recortadas garras caninas que rasguñan la puerta de mi cuarto se confunden  entre los puñetazos de los policías que vienen a encerrarme, es decir, a oponerse a la sugerencia de los galgos, que es una muy insistente invitación a salir, a cobrar conciencia, a convencerme de que la lluvia no está tan mojada y de que al nivel del mar la vida es más sabrosa y de otras artimañas que los perros le dicen a uno cuando nos tomamos el tiempo de aprender algunos vocablos de su idioma y cometemos el error de hacérselos saber, como esa vez que Ailamy se sentó junto al fuego para hablar con un perro en Chacahua o cuando en playa Paraíso el Capulín me dijo que tenía sed y Aldo y yo le dimos agua y… otra vez perdí lucidez. De la habitación contigua proviene la voz de una mujer que no es la de los perros ni la de Ailamy y no hace falta abrir los ojos para saber que tampoco es mi hermana, porque dice con voz solemne y metálica La policía de Doral County levanta cargos contra la mujer que arrolló y decapitó a un niño de ocho años mientras cruzaba la calle en su camino a la escuela en un tono bastante agravante y sobre todo imprudentemente alto para ser las siete de la mañana en punto… y al margen de la nota roja, cuando recuerdo mi propio crimen onírico me identifico un poco con ella y los perros no dejan de rascar la puerta y esos buches contínuos intensifican la punzada de mi vejiga pero no puedo abrir los ojos, no sin antes sentirme un poco mal por esa asesina anónima cuya hazaña de videojuego en la vigilia no abona miles de puntos pero sí una estancia permanente y gratuita en una habitación pequeña con retrete al fresco y alimentos incluídos pero con el inconveniente de que su pesadilla no conoce otra salida de emergencia que no sea la inyección letal -o la maquinita de toques, dependiendo de en qué estado haya tenido uno el mal gusto de tronar su pistolita-. Entonces me da un poco de tristeza que la vida para algunos sea una pesadilla, como los galgos de mi hermana cuya libretad condicional depende del consentimiento humano o el gringo que llevó a su novia a hacer casting la agencia de mi hermana y se sentó en la recepción a esperarla y en mis entrares y salires descubrió que mi inglés era mejor que su español y luego de una hora de conversación errática y ligera terminamos hablando del tema recurrente que tengo de moda y él dijo desempachadamente Este era un mejor país antes de que hubiera inmigrantes y yo le dije Lo mismo decían los pieles rojas y él me dijo No es lo mismo y yo le dije No es lo mismo pero tampoco es diferente y él me dijo No sabes de lo que estás hablando y yo le dije Y tú tampoco y él me dijo Tu piensas así porque también eres inmigrante y yo le dije Por comentarios como ese a todos nos chocan los gringos y él me dijo Entonces para qué te viniste a vivir aquí y yo le dije No me perro confundas; yo aquí no me mudo pero ni en mi peor pesadilla o mejor dicho in god we trust pero no way José y él pensó Pues chinga tu madre pinche pro-yanqui de closet y yo le dije con la mirada Pues fuck yours pinche wanabí latin lover que si tanto te cagan los inmigrantes yo no sé por qué no te consigues una novia que no necesite oxigenarse para ser güera como tú, y con la hostilidad de nuestras miradas acordamos ya no decir nada pero él se veía enojado y en un momento de lucidez me acordé que su novia era una actriz importante para la agencia así que me puse a buscar mi salida de emergencia pero como no coincidió con uno de mis episodios REM no fui capaz de encontrar ninguna… pero fui más lista que mi despertador porque convertí la puerta de la agencia en mi salida de emergencia, aunque afuera estuviera lloviendo agua tibia y semisalada. Me imagino que la misma frustración que sintió aquel gringo debieron haberla sentido los policías de mi sueño hace un rato, cuando no hallé cómo deshacerme del cadáver que sembré bajo la duela del piso que terminó levantándose por el puto calor que hace aquí adentro, y encima de eso Dios sigue enjuagándose el aliento sobre el techo de la casa y los perros, que no entienden del clima, perseveran en su idea del paseo. Entonces me concentro y busco la salida de emergencia más cercana ...

Abro los ojos. Hoy hace más calor que ayer, como siempre.
¿Por qué sera que a veces amanezco tan oscura?

agosto 24, 2008

Still but restless


Two nights ago, I dreamt of a quiet country house. Its high-roofed rooms were filled with sunlight and beautiful white furniture. I cruised the place at slow pace, breathing the cold perfume of the midday forest leaves as the wind poured in through the half-open main door.

Suddenly, the door was gently pushed open and you walked in.
The wooden floor squeaked as you took your steps across the hall, dressed in red (that's something you do, I don't think I've seen you wearing another color).
When you stopped walking not a word came out of you; you simply stood there, still but restless in your red t-shirt, reaching out with your gaze from across the hall with eyes that kept getting bigger by the second.
Then you smiled and said something that I can’t remember. All I know is that, for a reason I ignore, you spoke to me in English. You were mortified.

Before I could say anything that could comfort you, the door shut itself closed and I woke up.

I sometimes dream of people in places and situations that end up being/becoming true.

Thought I’d ask you what’s stirring you, and let you know I’m here for you.
Thought I’d tell you in English, just in case.

julio 25, 2008

One hundred matches


La ventaja de esconderse de uno mismo en la esquina más oscura de la propia sombra es que, en el núcleo de la negrura, cualquier destello es suficiente para perforar su cálido cobijo de anonimato de un solo golpe.

Para tenderse una trampa y eludir el regocijo del propio morbo, resulta conveniente tener siempre a la mano algún objeto (tangible o intangible) capaz de evocar esa luz que se nos extravió; es decir, hace falta adueñarse de algún souvenir que, aún en la peor de las oscuridades, produzca la evidencia de que allá afuera -del otro lado del grueso muro y a pesar de todo- sigue existiendo la claridad del día.

(No sabemos de dónde chingados sale ni cómo le hace para perseverar pero ahí sigue; ahí ha estado siempre).

Y bueno, es cierto que esos tenues y efímeros destellos no dan para enterarte dónde está la salida (a nadie puede bastarle la tímida y frágil llama de un cerillo para guiarse a través de la caverna), pero lo interesante es que la luz que contienen siempre será suficiente para mirar el propio rostro en el espejo.

Hoy quemo uno a uno mis fósforos; mostrando(me) mis oscuridades y librando mis batallas interiores con la esperanza de parecerme más al ser de carne y hueso que se esconde detrás de estas letras. Quién sabe; en una de esas me reconcilio con mi sombra y la convenzo de que sea ella misma quien me guíe de la mano hasta la salida.

2. Me cuesta trabajo predicar con el ejemplo.
3. Soy buenísima encontrando excusas para justificar mi desidia.
4. No sé comer sin picante.
5. Me río de cosas que nadie más consideraría graciosas
6. y para no sentirme tonta elijo pensar que la mayoría de la gente no entiende las capas más profundas del humor.
7. He descubierto que en realidad no es que tenga una manera exótica y muy individual de definir el orden; simplemente soy desordenada.
8. También muy necia
9. e irremediablemente impuntual, pero no lo hago a propósito
10. (sospecho que está en mis genes).
11. Tengo pésima memoria para los nombres de las personas, las calles y las cosas
12. y para todo lo demás también...
13. ... menos para detalles, aromas y hechos insignificantes que, después, yo soy la única que recuerda sin saber bien cómo ni por qué.
14. Nunca he ganado ninguna rifa, trivia, tómbola o sorteo de ningún tipo.
15. Duermo con una guarda entre los dientes para evitar que el rechinido nocturno de mi mandíbula termine de destruir lo que queda de mis cúspides molares.
16. Digo muchas groserías
17. (pero las uso de manera creativa, lo juro),
18. sobre todo cuando voy manejando,
19. porque el tráfico me pone de muy mal humor.
20. Cuando era muy niña, mis papás no quisieron inscribirme en la escuela para niños de desarrollo avanzado que sugerían mis maestros, porque prefirieron que tuviera una "vida normal"...
21. ... y, cada vez que pienso en el "hubiera", todavía les guardo un secreto y absurdo rencor por eso.
22. Soy obsesiva de la gramática, la ortografía y la semántica,
23. pero me CAGA que disfrutes corrigiéndome, smartass.
24. A los 22 tenía encima once kilos de más.
25. A veces creo que ciertos rencores son irreparables,
26. y ni así pierdo la esperanza de que dejen de serlo.
27. No sé hacer divisiones,
27. mucho menos raíces cuadradas...
28. ...y de los porcentajes mejor ya no digo nada.
30. En la universidad tuve que repetir cada una de las materias que involucraban el dominio de alguna operación matemática (menos estadística,
31. porque le lloré a la maestra desde el primer día de clases para que me pasara, y funcionó).
32. Las uñas me crecen a una velocidad preocupante,
33. pero más preocupante es mi desidia para cortármelas de manera oportuna.
34. Me incomoda estúpidamente saber que somos engranes del capitalismo y estamos condenados al consumo irreflexivo
35. pero compro más productos de baño de los que realmente necesito.
36. Cuando veo televisión no puedo evitar sentirme un poco mediocre.
37. No sé usar los palitos chinos.
38. En plena pubertad abandoné la música (y, con ella, mi sueño de dedicarme a la composición) porque creí que era la mejor forma de castigar a mis padres.
39. Hoy, tener tanta música en la cabeza y no saber cómo comunicarla me llena el cuerpo de ansiedad.
40. Gastar en estacionamiento me irrita como pocas cosas
41. pero la realidad es que de todas formas acabo gastándome el dinero en pendejadas.
42. Hay muchas cosas que no me gustan de mi Papá
43. pero son justo las cosas en las que me parezco a él.
44. Tengo el pésimo e incómodo hábito de buscarle el lado espiritual a todo.
45. A veces digo que sí cuando debería decir que no, nada más por no decepcionar a Freud.
46. Todos los días lucho contra mi absurdo apego emocional a los objetos de todo tipo,
47. pero recientemente he ganado todas mis batallas.
48. Soy muy perseverante,
49. pero tengo poquísima tolerancia a la frustración.
50. A veces ignoro mi intuición con alevosía y ventaja.
51. Soy analítica ad nauseam
52. y, para rematar, tengo el mal gusto de elaborar mis chaquetas mentales en voz alta.
53. Según Vivian (mi terapeuta y ángel de la guarda) la raíz de gran parte de mis dolencias es que mi alma se resiste a asumir su existencia material,
54. lo cual explica también que me cueste tanto trabajo vivir en el aquí y ahora
55. o que frecuentemente me escape con la mente a tiempos más felices o futuros idealizados y, sobre todo, improbables.
56. No me gusta que me despierten.
57. Soy morbosa del morbo ajeno,
58. es decir: amo presenciar el karaoke, la gente que rueda por las escaleras y demás formas de ridículo general,
59. pero también odio sentir pena ajena.
60. Me paso los altos siempre que es factible.
61. Cuando no es factible me los paso sólo a veces.
62. Me cuesta trabajo fingir que alguien me cae bien o que me divierte su compañía cuando no es verdad,
63. pero cuando me lo propongo lo logro.
64. Padezco de un sentido del humor sumamente negro.
65. A veces no sé reconocer cuando alguien me quiere de verdad
66. porque sigo esperando que me lo demuestre en la manera que a mí me gustaría más.
67. Me cuesta trabajo perdonarme mis errores.
68. Recientemente me volví alérgica a las avellanas.
69. Me gusta demasiado el sexo.
70. Le tengo muy poca paciencia a mi mamá.
71. Cuando digo que soy necia, lo digo en serio.
72. No me gusta hablar por teléfono.
73. Me cuesta mucho trabajo ahorrarme los consejos no solicitados.
74. Medito mucho menos de lo que debería.
75. Me da flojera desmaquillarme.
76. No he hecho ni el 80% de las cosas que quiero hacer con mi vida
77. porque tiendo a pensar que tengo mucho tiempo.
78. Me caería bien un poco de disciplina.
79. Confío prematuramente en la gente,
80. y de quererla prematuramente ni hablemos;
81. no en vano me siento permanente e irremediablemente vulnerable.
82. No le tengo miedo a la muerte,
83. pero me aterran mis talentos.
84. Por ejemplo, me compré una guitarra que no he aprendido a tocar
85. y he dejado todos y cada uno de los trabajos que me han hecho feliz porque me persigue la idea de estar perdiéndome de algo mucho mejor.
86. No me doy chance de ser tan tímida como realmente soy
87. porque, en el fondo, pienso que la timidez viene del miedo... y estoy cansada de tenerme miedo.
88. No sé dibujar, pero envidio infinitamente a quienes sí saben.
89. No como mariscos,
90. carnitas,
91. ni barbacoa
92. o cualquier otro platillo que todavía tenga ojos, patas o piel; o que provenga de las entrañas de un animal.
93. De niña no me gustaba que mis amigas me invitaran a comer a su casa porque no podía soportar la idea de una posible tortura a mi paladar
94. (o, mejor dicho, a mi cerebro).
95. Anoto todo en mi agenda,
96. pero jamás la reviso.
97. A veces soy mi peor enemiga,
98. y otras, mi única amiga verdadera.
99. Me quito los zapatos en los lugares más inapropiados
100. y, a estas alturas, sigo estando segura de que ignoro mi propia ignorancia.

(fade a negros....)

julio 15, 2008

El sueño del hombre


El astro ausente proyecta su sombra sobre un cielo que sugiere nuevas negruras. Sólo entonces me permito asomar la mirada -cada vez menos tímida- al precipicio delante mío. No es en realidad tan profundo ni tan incierto, sólo un poco oscuro, que ya es bastante.

Los párpados marcan la hora y conscientemente clausuro el estímulo para dar paso al anhelado desengaño de la vigilia. Al pasar de unos minutos, inicio el trayecto revisando en retrospectiva las últimas escenas de la jornada hasta que los diálogos se antojan ensayados, cuidadosamente (des)ordenados por el azar de una baraja que no se equivoca. Controlo la temperatura del agua con mi cuerpo inmóvil y siento el trazo del río dar media vuelta sobre sus paradojas.

Segundos como minutos. Líneas como un libro. Sensaciones etéreas, como el sueño sobre el cual me posan tras la caída que mi memoria ha aprendido a amortiguar hasta convertirla en un delicado descenso que me deposita, mágico y sutil, en los lugares menos pensados. Mi conciencia desciende de su vehículo y repta sigilosa entre sus sombras; encubierta, a hurtadillas, atenta de no activar los mecanismos evitar la sorpresa burlar sus propias trampas recuperar el libre albedrío.

Atisbos de un orden superior siembran de nuevo la sospecha, obligándome a buscar en las miradas una contraseña: el recordatorio de la ruta que recorrí la última vez que estuve aquí. Un pez roza mis tobillos, me invita a sumergirme con él en el azul del cenote y sólo entonces comprendo que ya he atravesado el umbral.

Al primer golpe de vista los colores recuperan todo su brillo. Reestreno mi tacto en los cabellos de Chris, que canta bocarriba. Pambo trae unos lentes gigantes. ¿Emilie? No, Ailamy. Marifi se pone una semilla triangular en la nariz y ríe. Franz looks at me, dressed in red, and tells me something I can't quite understand. Iñigo sube de prisa las escaleras.

Escucho risas, resuenan voces (propias, ajenas y propias y ajenas) que pronuncian por primera vez el nombre de las cosas: objetos objetivos sujetos a subjetividades de esas que son inevitables, como todas. Aves que vuelan, voces que dicen, exámenes que repruebo y personas que (no) me reconocen. Mi cuerpo que no es el mío, sino el de mis sueños. También mis pies... y Emilie. Sí; es Emilie cuando era niña, y mi abuela que guisa los aromas de siempre, que me devuelve los sabores. Me entrega una cuchara y nos miramos. Ella sabe que yo sé. Yo sé que ella sabe.

La tetera rasguña con su grito metálico la superficie del silencio y pasa reporte de la intrusión a los oídos infértiles de mi ego. Activa mi juicio sus resortes y vuelvo de golpe a mi cuerpo.

Aún conserva mi piel la sensación del agua y no recuerdo nada, pero lo sé todo. Para consolidar el regreso reúno en el libro palabras cortas, adjetivos que describen sonrisas tenues y miradas que no tienen ojos, que sólo miran. Espejos, espejismos; realidades intangibles. Paradoja.

Antes incluso de terminar la escritura ya estoy de regreso en el sueño del hombre: duermo, pero no me entero.

A veces, entre paisajes, lejos del abismo, encuentro en las miradas la dichosa contraseña y detecto de las formas el error, la coincidencia pasada por alto y, sin saber bien para qué, los desmenuzo... si acaso sólo por ejercitar la pantomima, por imaginar que descubro a quién pertenece esa manga que nunca se queda corta de Ases... para encontrar el truco detrás de la verdad. Para soñar despierta que en sueños despierto.

Ese instante de luz que se desvanece me sobrepone del vértigo y vuelvo a posarme, convencida y en silencio, sobre el oscuro de la noche, sobre la tinta del precipicio que no es tan profundo ni tan incierto... sólo condenado al certero azar de la baraja.

Sólo oscuro, que ya es bastante.



julio 06, 2008

Haciendo tierra


Cuando por fin se reconoce la grieta en el casco de la nave y el único suelo conocido se atraganta de mar, siempre resulta conveniente olvidarse de la bitácora. 

Todos estos meses de ayuno semántico nunca me parecieron un síntoma hasta que di dos pasos hacia atrás y lo miré en conjunto con los demás: la palidez interior, mi temor al poder que siempre han tenido sobre mí las palabras, la incongruencia irreparable y las manos que de tanto no escribir se convirtieron en dos puños que no servían más que para jalonear la mordaza. 

La neta es que me negaba a inaugurar el blog desde la turbiedad que sucede a la catástrofe y, para hacer algo de tiempo, me entretuve en desahogar la embarcación a cucharadas. Así, en la mediocridad del silencio atravesé por todas las muertes: la de Gaia (que de otra manera podría estar emergiendo de mi cuerpo justo hoy), la del mejor de los amigos y el peor de los socios, la del único abuelo que tuve. Creo que ni siquiera he escrito sobre la Abichuela Mágica que ahora cultivo yo sola (y que me enseña algo nuevo casi siempre por las malas) o sobre el Perro y el vínculo que me une a Gion por encima de la consanguinidad; sobre Vivian, mis uñas rojas y mis sueños (tras)lúcidos...

Sobre cómo desde ese lugar tan hondo adentro mío hacia el cual me aventuro, hoy por fin retomo la crónica... que no es la del barco que se hundió sino la del náufrago, que nada -esperanzado- hacia la orilla.