noviembre 23, 2008

Trampa sagrada



Mentiras. Mentira.
El habla seca del poeta triste.
Su joven ejercicio de la palabra.
El viento que insiste en seguir silbando
aromas de sopores impronunciables.

Tibio estanque.
Suculentas prohibidas.
Insulsos amores tendió noviembre
sobre las playas de mi vida.

Mentiras.
Mentira.
Violenta y una sola.
La de mi antifaz y tu fantasma.
Mentira.
Bastó una.

noviembre 13, 2008

Asalto a entrepierna armada en cuatro movimientos.



Primer movimiento: Rage against the machine.
(Andante acceleratto)

Estación de metrobús de Hamburgo. Hora pico. Comienza la danza. A la entrada y ante la necesidad de adquirir una tarjeta para abordar este transporte por primera vez, una aberración de la tecnología automática me arrebataba eficazmente un billete de cien pesitos para cubrir mi saldo de ocho. Luego de un minuto de espera inútil, el caballero a la cabeza la fila que estoy haciendo crecer detrás mío resulta no serlo tanto cuando me explica, ya bastante impaciente, que aquel bendito invento del hombre blanco no da cambio.
"Estos gueyes del gobierno y sus mentes brillantes", pienso.

Segundo movimiento: Cachete con cachete, pechito con pechito/ Reich aguénst de machín.
(Prestissimo coglione)

Recién daba marcha mi trayecto iniciático en un muuuuy saturado vehículo, una aberración de la raza humana me arrimaba descaradamente su herramienta de trabajo sucio por detrás (para incomodarme y distraer mi atención) mientras otro error de la naturaleza me bolseaba por delante. Alcanzo a ver sus manos salir de mi bolsa en el último nanosegundo del atraco cuando dos ojos -firmes pero vacíos, como los del ganado vacuno recién aniquilado- me imponen la resignación. Su compinche confirma la amenaza sometiéndome con su cuerpo contra el del primero.
"Estos entes del pueblo y sus actos mediocres", pienso.

Tercer movimiento: Wake me up when november ends
(Arabbiatto sostenuto)

Luego de que el vagón rebosante me escupiera en la siguiente estación para corroborar el robo de mi celular y cartera, comienza el luto por las verdaderas pérdidas: la de la foto de mi sobrino, aquella carta de amor que alguien dejó una vez sobre mi parabrisas y el placer que me causaba el color verde tornasol de mi cartera; la del tiempo que deberé desperdiciar en el teléfono para cancelar mis tarjetas, en fila para tramitar todas mis identificaciones y en traslados para recogerlas cuando estén listas; la de mi cédula del RFC enmicada y con mis datos de facturación escritos al reverso, todo el dinero que no traía, los números telefónicos que recaudé pacientemente a lo largo de siete años y el papelito donde se leía el presagio más hermoso que salió jamás de una galleta de la suerte. Sobre todo, y hablando muy en serio, me dolió perder los mensajes de texto que había decidido conservar en mi celular en mi afán de atesorar cualquier referente tangible de los imaginarios efímeros que no van a volver.
"Estos seres del mundo y nuestros apegos inútiles", pienso.

Cuarto movimiento: So don't worry, about a thing...
(Adagio ad libitum)

... cause every little thing, is gonna be alright.

noviembre 03, 2008

Un par de certezas


Del libro marrón. Agosto 1, 2008.

La adultez me llega tarde y, con ella, la vida me entrega un par de certezas que -con un poco de tacto- bien podría habérmelas reservado para después:
  • Que todas las pasiones (sobre todo las que suscitan entre sí las personas) son transitorias
  • Que estamos condenados a la continua mutación de nuestra caligrafía, no importa cuánto apego hayamos llegado a sentir por ella
  • Que para cuando la mente empieza a volverse madura el cuerpo ya lo está demasiado
  • Que todos los personajes de nuestro sueño cambiarán de máscara
  • Que la misma Eileen es sólo un personaje que interpreto todos los días por no variar... aún sabiendo que podría
  • Que no hay peor lucha que la que no se hace
  • Que no hay peor hecho que el que no es lucha
  • Que, eventualmente, el loco que hemos confinado a nuestros adentros terminará por arrancarse la camisa de fuerza
Que la llegada de la adultez es, vez con vez, tan sólo un vulgar simulacro.