El astro ausente proyecta su sombra sobre un cielo que sugiere nuevas negruras. Sólo entonces me permito asomar la mirada -cada vez menos tímida- al precipicio delante mío. No es en realidad tan profundo ni tan incierto, sólo un poco oscuro, que ya es bastante.
Los párpados marcan la hora y conscientemente clausuro el estímulo para dar paso al anhelado desengaño de la vigilia. Al pasar de unos minutos, inicio el trayecto revisando en retrospectiva las últimas escenas de la jornada hasta que los diálogos se antojan ensayados, cuidadosamente (des)ordenados por el azar de una baraja que no se equivoca. Controlo la temperatura del agua con mi cuerpo inmóvil y siento el trazo del río dar media vuelta sobre sus paradojas.
Segundos como minutos. Líneas como un libro. Sensaciones etéreas, como el sueño sobre el cual me posan tras la caída que mi memoria ha aprendido a amortiguar hasta convertirla en un delicado descenso que me deposita, mágico y sutil, en los lugares menos pensados. Mi conciencia desciende de su vehículo y repta sigilosa entre sus sombras; encubierta, a hurtadillas, atenta de no activar los mecanismos evitar la sorpresa burlar sus propias trampas recuperar el libre albedrío.
Atisbos de un orden superior siembran de nuevo la sospecha, obligándome a buscar en las miradas una contraseña: el recordatorio de la ruta que recorrí la última vez que estuve aquí. Un pez roza mis tobillos, me invita a sumergirme con él en el azul del cenote y sólo entonces comprendo que ya he atravesado el umbral.
Al primer golpe de vista los colores recuperan todo su brillo. Reestreno mi tacto en los cabellos de Chris, que canta bocarriba. Pambo trae unos lentes gigantes. ¿Emilie? No, Ailamy. Marifi se pone una semilla triangular en la nariz y ríe. Franz looks at me, dressed in red, and tells me something I can't quite understand. Iñigo sube de prisa las escaleras.
Escucho risas, resuenan voces (propias, ajenas y propias y ajenas) que pronuncian por primera vez el nombre de las cosas: objetos objetivos sujetos a subjetividades de esas que son inevitables, como todas. Aves que vuelan, voces que dicen, exámenes que repruebo y personas que (no) me reconocen. Mi cuerpo que no es el mío, sino el de mis sueños. También mis pies... y Emilie. Sí; es Emilie cuando era niña, y mi abuela que guisa los aromas de siempre, que me devuelve los sabores. Me entrega una cuchara y nos miramos. Ella sabe que yo sé. Yo sé que ella sabe.
La tetera rasguña con su grito metálico la superficie del silencio y pasa reporte de la intrusión a los oídos infértiles de mi ego. Activa mi juicio sus resortes y vuelvo de golpe a mi cuerpo.
Aún conserva mi piel la sensación del agua y no recuerdo nada, pero lo sé todo. Para consolidar el regreso reúno en el libro palabras cortas, adjetivos que describen sonrisas tenues y miradas que no tienen ojos, que sólo miran. Espejos, espejismos; realidades intangibles. Paradoja.
Antes incluso de terminar la escritura ya estoy de regreso en el sueño del hombre: duermo, pero no me entero.
A veces, entre paisajes, lejos del abismo, encuentro en las miradas la dichosa contraseña y detecto de las formas el error, la coincidencia pasada por alto y, sin saber bien para qué, los desmenuzo... si acaso sólo por ejercitar la pantomima, por imaginar que descubro a quién pertenece esa manga que nunca se queda corta de Ases... para encontrar el truco detrás de la verdad. Para soñar despierta que en sueños despierto.
Ese instante de luz que se desvanece me sobrepone del vértigo y vuelvo a posarme, convencida y en silencio, sobre el oscuro de la noche, sobre la tinta del precipicio que no es tan profundo ni tan incierto... sólo condenado al certero azar de la baraja.
Sólo oscuro, que ya es bastante.
2 comentarios:
leslie dice que soy 4, sé que tu lo eres y de lo poco que he leído, no me gusta ni un poco.. aunque viéndolo en ti sí me gusta :) quiero ir con vivian pero me dijo que se iba de viaje y que le marcara en agosto... me gusta lo que escribes, me gusta leer lo que hasta hoy no me he atrevido, siempre pienso que suena bobo y así, que a nadie le debe importar incluyéndome a mí, aunque me han salido como 3 cosas buenas que guardo celosamente jiji
mi amigo salvatore escribe muy bien, si quieres chismear su blog es http://berrinchudo.blogspot.com/ te mando besos
El sueño del hombre, el título, me hizo pensar en la frase 'el juego del hombre' que ya no recuerdo de quién es, creo que la acuñó un narrador deportivo del siglo pasado por ahí de la década del setenta, da igual. El asunto es que me dio risa porque sabía que nada tendría de sentido comparar las frases. Cuando te leo siento que escribes como alemán, por lo menos a los que he leído. Ahora sólo me falta una entrada; pero ya escribe necesito que me falte más :P
Je, esa Schez amable recomendando mi blog, gracias Schezu! Tu comentario muy a tono con la entrada, mantuviste el nivel y apuntaste un cuestionamiento capital que todo lector debiera trazar alguna vez: '... leer lo que hasta hoy no me he atrevido'
Saludos a las dos.
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