septiembre 15, 2008

Panzarriba



Hoy debí haber hecho algo muy bien porque me dieron un extraordinario hueso de asado. Más bien, me dieron un hueso de asado de manera extraordinaria, porque casi siempre como lo mismo. Me encontraba panzarriba gozando los favores del sol, como todos los días, cuando -así de repente, nomás porque sí- llegó la más bajita de las tres y puso sobre la loza y a mi disposición un suculento pedazo de alegría. No me equivoqué cuando asumí que si estaba en mi camino claramente era para mí. Lo mejor de todo es que no necesito conocer el por qué detrás de ese hueso de asado; fue delicioso y fui muy feliz.

Unos minutos después del hueso, mientras todavía lamía de mis bigotes los últimos restos de grasa y digería placidamente sobre la cama junto con ellas, debí haber hecho algo muy mal porque la que me invitó a subir a la cama arrugó el entrecejo y, casi en seguida, las otras dos me voltearon a ver y se taparon la nariz. La más bajita de las tres comenzó a abanicarme con una almohada -con todo y que no hacía calor- y la que nunca está en la casa agitó sus brazos de arriba a abajo como espantando moscas -a mí me gusta cazarlas a la Miyagui San pero con el hocico-... sólo que en el cuarto no habían moscas. Entonces, ante mi descuido, entre aspavientos y empujones -así de repente, nomás porque sí- me sacaron del cuarto y me aventaron de nuevo al patio de enfrente.

A veces, sólo por un momento, siento pena por los humanos.

Su percepción tan limitada del mundo no los deja entender la sencillez de las cosas.
Su sistema de navegación está tan poco evolucionado que todavía depende del desarrollo del intelecto.
Su apego a lo que conocen y persiguen (es decir, a "lo que está bien") y su rechazo a lo que no conocen y evitan (es decir, a "lo que está mal") es el único método que tienen para dar sentido a sus experiencias (es decir, a sus vidas).
Incluso aprendieron a hablar porque no pudieron seguir soportando una existencia libre de juicios explícitos -ahora a eso lo llaman personalidad- y porque no se permiten la neutralidad y el silencio que hacen falta para vivir el aquí y ahora.

Tienen el instinto todo empolvado; están domesticadas, las pobres. Pero yo las perdono; no saben lo que hacen.

Qué extraños son los humanos.
Qué bien se siente la caricia del sol sobre mi espalda.

3 comentarios:

From the Life and Songs of the Olympian Cowboy dijo...

Sí, tiene que ver tu comentario en mi blog con este post. Me gustó, el sol es agradable ñ_ñ

Prometo venir con un comentario con más sustancia en un futuro :P Chin eso es ponerse racional, damn it :O Abrazos.

Carina Alfonso dijo...

Si, perdón, somos raros los humanos.

Incomprensibles.

Egoístas.

Poco animales.

Que bueno que disfrutaste del hueso de asado.

Anónimo dijo...

Qué bonito! Amo a los perros!