No voy a escribir mucho; tiendo a extraviar la esencia de las cosas en palabrerías. Lo que debo decir esta vez es tan sencillo, tan sagrado y tan irremediable que la foto que corona este post debería ser más que suficiente para explicar cómo fue posible que me halle trastornada a causa de una criatura maloliente, cubierta de pelo, que se presume dueña de mi cama, que no entiende razones y -oh sí, peor aún- se siente con todo el derecho de calentar su cuerpo enroscándoseme como un turbante alrededor de la cabeza o de morder mis dedos de los pies justo durante los mejores momentos de mi vida onírica.
Señoras y señores: me confieso a merced de una bestia. Este pedazo del reino animal gobierna mis emociones.
Nunca fui más feliz.
Oh, it feels good to be alive.